Reflection by: Fr. Alberto Bueno, T.O.R.
This week, Brothers and Sisters, we will experience two solemnities, the first is the Second Sunday of Advent, and on Monday, we celebrate the Immaculate Conception of the Most Blessed Virgin Mary. Our Gospel this Sunday introduces us to John the Baptist, the “Voice crying out in the desert”. John, the quintessential voice of the season of Advent, is calling people to repentance, being baptized into forgiveness. His example of the penitential life is that prophetic witness to the One who is to come, the one “who is mightier than I (says John). I am not worthy to carry his sandals. He will baptize you with the Holy Spirit and fire!” Our other Advent companion is the Prophet Isaiah. In our first reading, he tells us that, “a shoot shall sprout from the stump of Jesse, and from his roots a bud shall blossom.” Isaiah’s description of the One to come points to the work of God from the beginning of time, preparing, often unnoticed, for that most intimate encounter with the Incarnate Word of God who will usher in a renovated and healed world of peace and harmony. And the lynchpin to bringing in this signal event, herself was carefully prepared by the Father from her conception! The Immaculate Conception, Mary, the daughter of Saints Joachim and Anne, a descendant of Abraham, a true daughter of Israel. She who would bear, in her womb, the blossoming bud from the root of Jesse, was made a worthy vessel for God’s Divine Word, Jesus Christ our Lord, who took our human flesh from Mary His Mother who was conceived Immaculately in her own mother’s womb. May the coming of Christ, the Son of God and the son of Mary at the fullness of time, as He did the first time in Bethlehem be a source of peace and harmony in our lives and in our troubled world.
Esta semana, mis queridos hermanos y hermanas, experimentaremos dos solemnidades, la primera es el segundo domingo de Adviento, y, el lunes, celebraremos la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. El evangelio, este domingo, nos introduce a san Juan el Bautista, la “Voz que clama en el desierto”. Juan, la voz por excelencia del tiempo de Adviento, está llamando a la gente al arrepentimiento, siendo bautizados en el perdón. Su ejemplo de vida penitencial es ese testimonio profético de aquel que ha de venir, el que es “más fuerte que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y su fuego.” Nuestro otro compañero de Adviento es el profeta Isaías. En la primera lectura él nos dice que, “brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz.” La descripción que hace Isaías del que ha de venir señala la obra de Dios desde el principio de los tiempos, preparando, a menudo sin que nadie se diera cuenta, para ese encuentro más íntimo con la Palabra de Dios encarnada que marcará el comienzo de un mundo renovado y sanado de paz y armonía. ¡Y el eje para traer este evento señalado, ella misma fue cuidadosamente preparada por el Padre desde su concepción! La Inmaculada Concepción, María, hija de los santos Joaquín y Ana, descendiente de Abraham, verdadera hija de Israel. Aquella que llevaría en su seno el capullo florido de la raíz de Jesé, fue hecha vaso digno de la Divina Palabra de Dios, Jesucristo nuestro Señor, quien tomó nuestra carne humana de María Su Madre quien fue concebida Inmaculadamente en el vientre de su propia madre. Que la venida de Cristo, Hijo de Dios e hijo de María, en la plenitud de los tiempos, como lo hizo la primera vez en Belén, sea fuente de paz y armonía en nuestras vidas y en nuestro mundo atribulado.
