Thirty-Second Sunday in Ordinary Time – Sunday, November 10, 2024

Reflection by: Fr. Alberto Bueno, T.O.R.

My dear Sisters and Brothers, we are presented with two widows in our readings today. As we know, widows, in biblical times, were some of the most vulnerable people in society. Without a son or other male relative to take care of them their existence would be most precarious. The two widows today, the widow of Zarephath in the first book of Kings and the widow in the Gospel of Saint Mark, are good examples of this marginalized existence. Elijah’s encounter with the widow of Zarephath takes place during a great famine. Zarephath is pagan territory, in modern day Lebanon. Elijah has gone there to take refuge from the lethal threats to his life from the King of Israel and his wife Queen Jezebel. The widow and her little son have enough flour and oil for one last, very scant meal. Elijah, reaching out to her, puts her in an inner conflict; feed her child or show hospitality. Can she trust Elijah’s God to keep his word? The widow chooses the sacred obligation of hospitality and does what Elijah requested of her. Of what little she had, she gave. And God was faithful! The widow, her son, and Elijah, who stayed with them, had food for a year until the famine ended. Like the widow of Zarephath, the widow in the Temple, putting her faith in her God, gave from what she needed; or as the original Greek puts it, she gave of her life. Jesus notices! He points her out as giving more than all who put offerings, though materially worth more, it was from their surplus, thus the little the widow put in had more eternal value than all the rest. When we give of ourselves, when our giving is truly sacrificial, then we are truly sharing from the treasure God has placed in us or blessed us with. Any service or offering we give that helps alleviate the suffering and poverty in our world or leads to the dismantling of the structures that cause suffering and poverty in the world, we help build God’s kingdom and have treasure in heaven.

Mis queridos Hermanos y hermanas, se nos presentan dos viudas en nuestras lecturas de hoy. Como sabemos, las viudas, en los tiempos bíblicos, eran algunas de las personas más vulnerables de la sociedad. Sin un hijo u otro pariente varón que las cuidara, su existencia sería sumamente precaria. Las dos viudas de hoy, la viuda de Sarepta en el primer libro de Reyes y la viuda del Evangelio de San Marcos, son buenos ejemplos de esta existencia marginada. El encuentro de Elías con la viuda de Sarepta tiene lugar durante una gran hambruna. Sarepta es territorio pagano, en el actual Líbano. Elías ha ido allí para refugiarse de las amenazas letales a su vida por parte del rey de Israel y su esposa, la reina Jezabel La viuda y su pequeño hijo tienen suficiente harina y aceite para una última y muy escasa comida. Elías, al acercarse a ella, la pone en un conflicto interno; alimentar a su hijo o mostrar hospitalidad. ¿Puede confiar en que el Dios de Elías cumplirá su palabra? La viuda elige la obligación sagrada de la hospitalidad y hace lo que Elías le pide. De lo poco que tenía, lo dio. ¡Y Dios fue fiel! La viuda, su hijo y Elías, que se quedó con ellos, tuvieron comida para un año hasta que pasó el hambre. Como la viuda de Sarepta, la viuda en el Templo, poniendo su fe en su Dios, dio de lo que necesitaba; o como dice el griego original, ella dio su vida. ¡Jesús se da cuenta! Él la señala como dadora más que todos los que pusieron ofrendas, aunque valía más materialmente, era de su excedente, por lo que lo poco que la viuda puso tenía más valor eterno que todo lo demás. Cuando damos de nosotros mismos, cuando nuestro dar es verdaderamente sacrificial, entonces estamos verdaderamente compartiendo el tesoro que Dios ha puesto en nosotros o con el que nos ha bendecido. Cualquier servicio u ofrenda que demos que ayude a aliviar el sufrimiento y la pobreza en nuestro mundo o conduzca al desmantelamiento de las estructuras que causan el sufrimiento y la pobreza en el mundo, ayudamos a construir el reino de Dios y tenemos tesoro en el cielo.